domingo, 23 de octubre de 2011

El sistema electoral (I):

 La ingeniería política


En los últimos tiempos estamos oyendo hablar de la reforma de la ley electoral, de la necesaria reforma de la ley electoral. La última ocurrencia a este respecto se debe al señor Rajoy que propuso disminuir el número de diputados de 350 a 300... Para ahorrar. Junto a lo peregrina que es la justificación, es ilustrativo el hecho de que se pretenda reformar la ley electoral no para mejorar una cualidad que le es propia, mejorar la representación en el parlamento; sino para ahorrar. En el fondo se está equiparando la representatividad a un gasto suntuario del que podemos prescindir, lo que indica claramente las convicciones democráticas de que hace la propuesta.


¿El parlamento es reflejo de la voluntad popular?

Cuando se dice que el parlamento es un reflejo de la voluntad popular se da por supuesto que es un reflejo fiel, pero esa suposición es un error. El parlamento español es un reflejo deformado de la voluntad popular. En esta primera parte del artículo nos fijaremos en el sistema electoral como un producto de ingeniería política y en una segunda parte analizaremos la forma en que el sistema electoral condiciona la votación popular y distorsiona la representación parlamentaria.

Es cierto que la mayoría de los ciudadanos creen que al depositar su voto están determinando la composición del parlamento y que éste será una imagen de lo que los ciudadanos españoles piensan, creen y sienten. Lo que no saben estos ciudadanos es que existe un traductor entre sus votos y el parlamento resultante. El traductor es el sistema electoral.

El sistema electoral, como traductor, es muy sensible y pequeñas modificaciones en la ley consiguen importantes cambios en la representación política. Cuando Manuel Fraga, en 1993, cambió la legislación electoral gallega incrementando del 3 de al 5% el mínimo de votos necesarios para conseguir un escaño, pretendía expulsar al Partido Comunista de Galicia del parlamento. La excusa fue conseguir una mayor estabilidad parlamentaria. Manuel Fraga alcanzó los dos objetivos: el Partido Comunista desapareció del parlamento gallego a partir del año 93 , y, por otro lado, la pluralidad en el parlamento gallego se redujo a la mitad (antes de la reforma estaban representados cinco o seis partidos, después sólo tres).

Por lo tanto, si una mínima reforma de la ley electoral puede determinar la constitución de un parlamento, la reforma del sistema electoral puede cambiar totalmente el mapa político de un país. O impedir cambiarlo, como el caso de Venezuela donde una reforma electoral adecuada antes de las elecciones hizo que los que ganaron, perdieran.


Los sistemas electorales tienen objetivos políticos

Los sistemas electorales se diseñan, y se diseñan con objetivos políticos. Así, el sistema electoral español nació con dos objetivos, fortalecer los partidos políticos e integrar a los nacionalistas en el sistema español. Cuando en la transición se escogió que las listas fueran cerradas y bloqueadas, se pretendió fortalecer a los partidos frente a la participación popular. Al mismo tiempo, la adecuación territorial del mínimo exento primó a los partidos nacionalistas frente a los de ámbito nacional. Así son posibles injusticias de difícil justificación. En las pasadas elecciones el PNV con la tercera parte de los votos que IU consiguió el triple de diputados: PNV 303,000 votos seis escaños; IU 963,000 votos dos escaños. Aquí se manifiesta la ingeniería política: conseguir un resultado doblegando la voluntad popular.

No hace falta ser muy determinista para darse cuenta que un sistema electoral puede determinar el mapa político, independientemente del voto de sus ciudadanos. Si ponemos como ejemplo los resultados electorales de las últimas elecciones llegaremos a la conclusión de que dependiendo del sistema electoral escogido las mayorías cambian, y la aritmética parlamentaria se modifica enormemente. A modo de ejemplo, UPyD podría multiplicar por cuatro su representación, IU multiplicarla por seis, mientras que PSOE y PP disminuirían su representación en 27 parlamentarios. Es ilustrativo el hecho de que el partido determinante, a la hora de formar mayorías, sea IU o CIU depende más del sistema electoral que de la voluntad de los electores.

Es desolador pensar que el resultado final de unas elecciones, el gobierno resultante, dependa más del sistema electoral que de la propia contabilización de votos. Los expertos en sistemas electorales lo tienen muy claro y aseguran que en términos técnicos no hay límite para la ingeniería política. Por lo tanto, tenemos que estar vigilantes porque sin un sistema electoral justo no hay democracia.

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